Comentario del Evangelio 02.06.2013 Corpus Christi
Los Santos Padres proclamaron unánimemente la exigencia radical de solidaridad con los pobres por parte de quienes celebramos el misterio de la entrega del Señor.
San Cipriano increpaba a una comunidad cristiana de su diócesis: “Tú eres afortunada y rica. ¿Te imaginas celebrando la Cena del Señor sin tener en cuenta tu aportación solidaria? Tú suprimes la parte del sacrificio que es del pobre”. Tradicionalmente una tercera parte de la colecta se destinaba a la ayuda de los pobres de la comunidad. Dice, asimismo, tajantemente: “Cuando los ricos no llevan a la Eucaristía lo que los pobres necesi-tan, no celebran el sacrificio del Señor”. San Juan Crisóstomo, al llegar a una población de su diócesis, se ente-ró de que había muerto un mendigo por descuido de los vecinos. Entonces advirtió con firmeza: “Me niego a celebrar la Eucaristía hasta que no hagáis penitencia por tan gran pecado, porque no sois dignos de participar en la Cena del Señor”.
Juan Pablo II ha hablado también con absoluta claridad y exigencia: “La Eucaristía nos conduce a vivir como hermanos. Quienes comparten frecuentemente el pan eucarístico deben comprometerse en construir juntos, a través de las obras, la civilización del amor… No se puede recibir el Cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, son explotados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran enfermos”.
El Señor nos invita a preguntarnos: ¿Hacia quién he de tender la mano generosa? ¿Qué puedo hacer yo para que la sociedad sea un poco menos fábrica de pobres? ¿Debería, tal vez, afiliarme a un voluntariado? ¿Estoy haciendo bastante y lo que me queda es hacerlo cada vez mejor y con más entusiasmo?
El cardenal Lercaro tenía en el frontis del altar de su capilla privada un interrogante interpelador: Si comparti-mos el pan del cielo, ¿cómo no vamos a compartir el pan de la tierra?
La fiesta del Corpus puede ser una ocasión adecuada para que, en cada comunidad, pastores y creyentes nos preguntemos qué estamos haciendo para que la Eucaristía sea, como quiere el Concilio, “fuente y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana”.
(Juan Jaúregui)
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