Año de la FE

12/03/2013 Más

-Benedicto XVI nos ha convocado a un tiempo especial en el que los cristianos meditemos sobre la fe, como un don y un ejercicio personal y comunitario para el conocimiento de Dios.


-Si bien, Dios es alcanzable por la razón humana hasta cierto punto, la razón hu-mana se plenifica en la fe que se tiene sobre las realidades que Dios mismo re-vela de sí. Es decir, la razón humana puede entender a Dios, pero si no es guiada por las enseñanzas que Dios mismo da, se perdería, no sería completa. La fe sería, entonces, la aceptación de realidades sobre las que no tenemos una certeza sensiti-va, pero si una razonabilidad, pues la razón sin fe está ciega y la fe sin razón está hueca.
-Es por esto que el Papa, convoca a un tiempo especial para reflexionar sobre el asentimiento voluntario y razonable que hacemos sobre las enseñanzas dadas por la Revelación de Dios en Jesús, el Señor.
Objetivos del Año de la fe:
-Los encontramos en los dos documentos con los que fueron convocados los dos años de la fe después del Concilio Vatica-no II: el de Pablo VI (1967) y ahora el de Benedicto XVI:
1) «Invitar a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo». 2) «Comprometerse a favor de una nueva evangelización para redes-cubrir la alegría de creer y volver a en-contrar el entusiasmo de comunicar la fe».

3) «Suscitar en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza». 4) «Comprender de manera más profun-da no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos entregarnos totalmen-te y con plena libertad a Dios».
Este último objetivo es el que más recalca el Papa, subrayan-do la inseparabilidad del acto con el que se cree y de los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento:
-El acto de fe sin contenidos nos conduce a la total sub-jetivación de la fe.

-Los contenidos, sin el asentimiento de la fe, instruyen nuestra mente, pero no nos unen a Dios ni son capaces de transformar nuestra vida, de convertirla al Dios vivo. Sólo si la profesión de fe desemboca en confesión del corazón podemos hablar de una fe madura, bien formada, capaz de producir frutos en los demás.
Escuela de fe

Y yo…
¿En qué (o en quién) creo?

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