Comentario al Evangelio 03.11.2013
Jesús fue todo un provocador. Curaba en sábado contra la ley. Tocaba a los leprosos contra la ley.
En el fondo, pone en crisis la antigua religión. Según la antigua religión los malos no son amados de
Dios. Los enfermos, pobres, los publicanos no son amados de Dios. Para que Dios los ame tienen
que cambiar de vida y merecer que Dios los ame.
Llega Jesús y ama a los malos y acoge a los pecadores. Además, tiene el atrevimiento de invitarse Él
mismo a hospedarse en casa de un publicano, cenar con él y dormir en su casa. Eso fue el colmo de
la provocación: “Vuestro maestro come con pecadores.”
El Dios que Jesús revela no es el Dios de la Ley. Es un nuevo modo de ser Dios. Un Dios al que no
necesitamos ganarle su amor, porque Él nos ama antes de merecer su amor. Esto resultaba
incomprensible para ellos.
¿Cuál es nuestro Dios? ¿Es también el de la Ley que primero exige que nos portemos bien, que
seamos chicos buenos, para que Él nos ame? ¿O será el Dios de Jesús que me ama primero antes
de que yo le ame y me ama gratuitamente sin que yo merezca su amor?
¿No será por nuestra mentalidad legalista de Dios que también nosotros nos escandalizamos de que
Dios ame a los malos e incluso tenga preferencia por ellos y no por nosotros que somos demasiado
buenos?
Aún no hace mucho, un amigo mío tenía un tremendo problema de conciencia. Su hermano se había
divorciado estando casado por la Iglesia. ¿Podría ahora ir a su casa, felicitarlo por el día de su
cumpleaños? Todo un problema de conciencia. Mi respuesta no sé si fue muy adecuada pero le dije:
“Tú verás lo que haces, pero yo estoy seguro de que Dios sí frecuenta la casa de tu hermano, y el día
de su cumpleaños participa en la fiesta con él”.
Al menos así es el Dios que Jesús nos enseñó. Ningún santo fariseo podía entrar a la casa de Zaqueo
y eso de ir a cenar con él… Bueno, eso ya sería el colmo de la infidelidad a la Ley. Sin embargo,
Jesús no espera a que Zaqueo lo invite, se invita él mismo. El hermano mayor no entendió a su padre
haciendo fiesta por el hijo que regresa y se niega a participar del banquete. Escándalo de los buenos
que no han entendido el comportamiento de Dios, que me ama aún siendo yo malo. Con su escándalo
ningún fariseo fue capaz de convertir a Zaqueo. En cambio, la simple presencia de Jesús revelándole
que Dios era otra cosa transformó su corazón y lo que es más difícil “transformó su bolsillo y billetera”.
(Juan Jaúregui www.juanjauregui.es)
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