Comentario al evangelio 24.07.2016
Me pregunto si, de haber estado yo allí, viendo a Jesús rezar, también le habría pedido que me enseñara a hacerlo. Y creo que sí, que lo habría pedido. Porque algo tendría el rostro de Jesús cuando venía de hablar con su Padre. Transparentaría confianza, tranquilidad, seguridad y ale-gría. La confianza con que se dirigía a su padre, la tranquilidad de saber que sus asuntos estaban en buenas manos, la tranquilidad de haber sido escuchado y la alegría de haber estado un rato en buena compañía. Si en mi vida faltan todas esas cosas, ¿quién me impide acercarme a algún sitio recogido y tranquilo para estar un ratito con el Señor? No es difícil responder, porque soy yo misma la mejor fuente de excusas.
Así como el movimiento se demuestra andando, las ganas de rezar se expresan rezando. Orientación y ayuda las podemos obtener en mu-chos sitios, y no hay más remedio que ponerse a ello y experimentar.
¿Y cómo rezamos? Pues con confianza. ¿Cuándo? Siempre que poda-mos. ¿Dónde? En cualquier sitio que nos mueva al recogimiento. ¿A quién? Al Padre que es amor y siempre nos escucha.
(A. GONZALO aurora@dabar.net)
Category: Comentario al evangelio