Primera Semana de Cuaresma
PLAN PARA CUARESMA VOLVER
Meditaciones sobre el Hijo Pródigo | Lucas 15, 11-32
ME SITÚO
Escojo un lugar tranquilo para vivir este tiempo con Él. Respiro profundamente y me abandono a su querer. Tomo mi biblia y busco en el evangelio de san Lucas el capítulo 15, a partir del versículo 11. Allí leo con atención la parábola del Hijo Pródigo. Y, cada semana, iremos desgranando el tesoro que tiene escondido. Dejo a Dios que me hable a través de su Palabra, que me invita a volver a casa.
Es bueno que la Palabra de Dios no se quede resonando en un plano abstracto, sino que se mezcle con la corriente de la vida, de nuestra vida, pues solo así la puede iluminar y fecundar.
La intensidad de sentido que se juega en la parábola del Hijo Pródigo es más fácil de captar cuando ponemos en juego nuestra propia experiencia personal, familiar y comunitaria. Es la parábola del Padre bueno que quiere la reconciliación de los hijos, pero, unas veces por uno y otras por otro, no lo consigue. ¡Cuántas familias, cuántas relaciones reflejadas en esta historia!
No hay duda de que Jesús nos conoce por dentro, y recurre a imágenes capaces de tocar el fondo nuestro corazón. Comienza por esta que abre la parábola: un hijo se dirige al padre e interpela con una petición: “Padre, dame”.
Esto ocurre diariamente en todos nosotros. Todos somos menesterosos. Todos mendigamos afecto, cobijo, protección, derechos, herencias, reconocimientos…es nuestra condición, nuestra realidad. Por eso, la primera parte de la frase del hijo pródigo nada tiene de sorprendente.
A lo largo de nuestra biografía reconocemos que todos hemos dado y hemos recibido: vida, tiempo, consuelo, presencia, amor, palabra, perdón, confianza…y también nos acompañan disgustos, incomprensión, rupturas, desconfianza, desamor, tristezas… Uno mismo se descubre feliz en el don continuo de nosotros mismos a los demás, cuando sentimos que nuestra vida se gasta. Pero cuando poseemos el don para nosotros mismos sin compartirlo con nadie, hacemos infecunda nuestra vida.
Mira las vidas de tu familia y de tantas personas que te acompañan: ¿cuántos sacrificios, trabajos y esfuerzos han realizado por y para ti? ¿Qué personas han estado siempre dispuestas a darte lo mejor, a responder positivamente a tus peticiones?
De niños vivimos la impaciencia de que nuestros padres respondieran a nuestras peticiones. Quizá ellos también sufrieron por no poder darnos todo lo que pedíamos, o todo lo que ellos idearon para nosotros. Y llegó el día en el que ya no pedíamos esto o aquello, sino que les pedimos que nos dejaran tomar la vida en nuestras propias manos. Tal vez les llegó uno escalofrío cuando quisimos hacer nuestro camino y les dijimos: “Padre, dame la parte de mi herencia”. Al decir estas palabras también a ellos una espada de dolor les traspasaría el alma. Nos vieron partir, la mirada quedó entristecida, el corazón en un puño, la casa sintiendo la ausencia, las preguntas sin respuesta: ¿Le irá bien? ¿Estará preparado para hacer su camino? ¿Hemos acertado o nos hemos equivocado en aceptar su decisión? ¿Sabrá manejarse sin nosotros? ¿Qué será de él/ella lejos de casa?
El amor no es amarrar, sino dotar de alas a aquel que se ama, aprender el difícil trabajo del desprendimiento, de la gratuidad, de la libertad, del amor. Cuando el hijo se acerca al padre en la parábola y le pide su herencia, el padre tiene que responder. Y ese padre, en esta parábola es el Dios que Jesús nos ha venido a revelar… y aquí comienza el asombro.
Es curioso que el padre no haga preguntas para intentar ganar tiempo, ni negocia condiciones para confiar la herencia. El padre lo da. Dios da. El amor que Dios tiene por nosotros, sus hijos, es un amor incondicional, desmedido. La fe no es un estado subyugante, sino un espacio entre dos de aventura y riesgo, de libertad y amor.
No sabemos por qué lo da. Pero intuimos que el padre, Dios mismo, ve en nosotros una belleza que, muchas veces, nosotros mismos no nos atrevemos ni siquiera a pensar que exista. A pesar de exigirle la herencia, él ve un camino de regreso. Él espera nuestra vuelta.
Te invitamos a pensar en qué momentos exiges esa parte de la herencia que te corresponde, en qué momentos pides a Dios que te dé lo que es tuyo… pero, sobre todo, sumérgete en la experiencia de que él no impone condiciones. Él, sencillamente, da… ¿qué has recibido que no sea un regalo? ¿Sientes que Dios te debe algo? ¿Y tú? ¿Puedes exigirle y exigirte “tu parte”?
Agradezco a Dios este espacio de intimidad. Agradezco las luces que he podido percibir de su presencia y me comprometo, con Él, a alguna acción (grande o pequeña) que me haga mejor en esta cuaresma que comienza.
Puedo terminar rezando un Padrenuestro o un Avemaría, poniendo este tiempo (para volver a casa) en sus manos y confiando en su fuerza. Amén.
Nos encontramos el Domingo 28 de febrero a las 19:00 en la siguiente direccion:
https://meet.jit.si/Cuaresma-para-volver-MCLE
Category: Actividades, Cuaresma 2021