Plan para volver. Quinta Semana de Cuaresma
PLAN PARA CUARESMA VOLVER
Meditaciones sobre el Hijo Pródigo | Lucas 15, 11-32
ME SITÚO
Escojo un lugar tranquilo para vivir este tiempo con Él. Respiro profundamente y me abandono a su querer. Tomo mi biblia y busco en el evangelio de san Lucas el capítulo 15, a partir del versículo 11. Allí leo con atención la parábola del Hijo Pródigo. Y, cada semana, iremos desgranando el tesoro que tiene escondido. Dejo a Dios que me hable a través de su Palabra, que me invita a volver a casa.
Entre todo lo que asumimos habitualmente como deber, raramente está de manera explícita la alegría. Sentimos más la alegría como un deseo que
a veces se realiza, que como un deber que cada día nos compromete. Vamos
perdiendo la capacidad de asombro, la ocasión de la risa y del júbilo. ¿Vivimos hoy un déficit de alegría?
Nos dice Jesús en el Evangelio de san Juan: «Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15,11). Y: «Nadie os quitará vuestra alegría» (Jn 16,22). Hay, por tanto, una alegría que constituye el horizonte de nuestra vida. Es fundamental sentir la alegría a la que estamos llamados.
En verdad, somos atravesados, conducidos y llevados de la mano de una promesa, y esa promesa es la alegría. La alegría no se reduce a una forma de bienestar o a un confort emocional, aunque se puede traducir también de esa manera. La alegría es, fundamentalmente, una expresión profunda del ser: en bondad, en verdad, en belleza. La alegría no nos viene cuando interrumpimos la vida: la alegría nace cuando agarramos uno de sus hilos, sea cual sea, y somos capaces de llevarlo creativamente a su momento culminante.
En vez de crecer en la severidad, en la intransigencia, en la indiferencia, en la maledicencia, en el lamento, caminamos esperanzadamente en el sentido contrario. Crecemos en la sencillez, en la gratitud, en el abandono y en la confianza.
Regresemos a la parábola del hijo pródigo. El padre explica al reticente hijo mayor la acogida festiva con que acogió al más joven: «Pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado». «Teníamos que hacer una fiesta».
Ellos no tenían que hacer ningún banquete. Sin embargo, hay un deber que la misericordia nos hace descubrir: «Era preciso celebrar un banquete». Esto es misericordia. Este deber al que nadie nos obliga, más bien es una obligación que nace del fondo de la esperanza, que brota del deseo de relanzar la vida, que irrumpe de la voluntad de afirmar que ella es el bien
más precioso.
Estamos concluyendo estas cinco semanas meditando la parábola. Preguntémonos al final de esta cuaresma…
¿Siento el deseo de entrar más profunda y personalmente en la parábola? ¿Qué me ha llegado más de los cinco momentos que se han presentado?
¿Trato alguna vez de ponerme en el corazón del Padre y de los dos hijos pródigos? ¿Qué experiencia he tenido?
¿Siento la belleza y el gozo que es reconciliarse con el Padre, con los hermanos, con la comunidad a la que pertenezco?
Agradezco a Dios este espacio de intimidad. Agradezco las luces que he podido percibir de su presencia y me comprometo, con Él, a alguna acción (grande o pequeña) que me haga mejor en esta cuaresma que comienza.
Puedo terminar rezando un Padrenuestro o un Avemaría, poniendo este tiempo (para volver a casa) en sus manos y confiando en su fuerza. Amén.
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Nos encontramos el Domingo 28 de MARZOa las 19:00 en la siguiente direccion:
Category: Cuaresma 2021